Hay procesos que nos consumen, que nos debilitan y nos golpean un poco...

 

Ayer hablaba con una mujer que vivía día a día con el miedo a decepcionar a su pareja. Ella evitaba decirle "no" a algo ya que cada vez que lo hacía, se generaba una discusión. Cada vez que él quería tener relaciones sexuales y ella no quería, venía el conflicto. Él le recriminaba no estar para cuando él la necesitaba, utilizaba el sarcasmo, los reproches y le hacía sentir lo decepcionado que estaba ante su negativa.

Hoy hablaba con una hija que no quería decepcionar a su madre, pero a pesar de sus esfuerzos por hacer lo correcto, su madre por cualquier mínima cosa que saliera de su norma impuesta, se decepcionaba y se lo hacía saber verbalizando palabras como: “no puedo esperar nada bueno nunca de ti”, “eres una maleducada”, “siempre me decepcionas”…

Hubo un momento en el que me dijo: “siento que soy una decepción para todo el mundo”.

En ambos casos, había un gran miedo a decepcionar y un gran sentimiento de culpa por no haber hecho lo que se esperaba de ellas. Culpa por haber hecho sentir mal a la otra persona. Estaban centradas tanto en el otro que se habían olvidado a sí mismas. Ambas coincidían en que, para ellas, era más importante no decepcionar a los demás que decepcionarse a sí mismas.

Ninguna de las dos se había planteado esta pregunta:

¿Me decepciono con mi madre o mi pareja cuando no me respeta?

¿Me decepciono con mi madre o mi pareja cuando me ofenden o me insultan?

Permítete decepcionar.

Dar permiso para que los demás piensen de ti lo que quieran te hace ser libre.

Mereces respeto.

Tienes derecho a cometer errores.

Tus necesidades son igual de importantes que las de los demás.

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